miércoles, 5 de mayo de 2010

La mujer de Lot.


Caminaban de las manos confundidos,
sus pensamientos aislados, sus miradas se cruzaban constantemente,
pero sus bocas no se abrían, se movían con necesidad de hablar
de liberarse ... de liberar los dedos atrapados en manos que ya se sentían ajenas...
Desde el cielo se escuchaba las palabras divinas que obligaban a acelerar el paso mientras la lluvia de fuego caía tras sus espaldas.
Lot le pidió a su mujer que desanidaran el nido, que volara,
pero que no mirara hacia atrás. mientras el avanzaba hacia el fuego libertador y su mujer hacia la salinidad marina
dios como espectador en las tribunas con regla en mano, observaba la escena.
La mujer con repugnante y hostigoso amor caminó hacia atrás, sin mirar, guiada por ese instinto pegote y de supuesta conexión. olfateó ese olor masculino que en las noches previas a las lluvias de fuego lamia en sus sudores manifestados tras las noches de intenso amor, que conoció en su cuerpo, en sus caricias y en sus labios.
ella quiso mirarlo... él la sintió, no la quería a su lado, tocó su espalda
y ella salina quedo con sus ojos fijos y con su boca semiabierta intentando decir algo.
Lot la miró fijo continuo su camino hacia las llamas pensando en las palabras de su mujer, palabras que no se pronunciaron, palabras que el quiso oír palabras que supuso.
La mujer le diría... desato mi nudo de tu mano camina libre hacia las llamas que yo no seré sal.

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